sábado, 18 de octubre de 2008

La vida de una persona es en ocasiones como el viaje de un planeta alrededor del universo. A pesar de que un planeta gira sobre sí mismo, como la propia vida del hombre, un planeta también gira alrededor de una estrella, como la vida de cualquier persona, aunque muchas veces a ésta le cuesta darse cuenta de sobre qué estrella gira su vida.


La vida de una persona está llena de imprevistos, algo que la mayoría de la gente negaría de una enorme roca que se dedica a dar vueltas y más vueltas sobre otra roca incandescente. Nada más lejos de la realidad.

Al igual que el hombre, un planeta se topa en su viaje con eventos que alteran brevemente su viaje. Tal es el caso, por ejemplo, de las lluvias de estrellas, causadas por el pasar del planeta cerca o a través de un cinturón de asteroides, o la visita de sus hermanos pequeños, los cometas, que precisamente por ser muy esporádicas, son todo un acontecimiento.

Otros eventos no son tan predecibles o constantes: un meteorito entrometido puede golpear la superficie del planeta como una noticia poco esperada la vida de un hombre, o bien ser algo inesperado y hermoso como una gran estrella fugaz que recorra durante segundos nuestra vida.

La propia estrella sobre la que gira el planeta puede dar alguna sorpresa también. Una llamarada solar puede alterar la faz del planeta y cambiar éste por completo, o bien acariciar cálidamente su atmósfera y crear bellos efectos visuales a modo de auroras, como los cambios en aquella persona que amamos pueden cambiar nuestra vida para siempre, o bien hacerla más grata y placentera.

Pero uno de los momentos más hermosos y más misterioso quizás se produce cuando otro cuerpo celeste se interpone entre el planeta y su estrella. Poco a poco, la luz de ésta decae hasta hacerse prácticamente invisible al planeta. Sólo un débil contorno brillante nos recuerda que la estrella sigue ahí, paciente, deseosa de volver a mostrarse. Y con el tiempo, como si de un nuevo amanecer se tratara, comienza a revelarse hasta alcanzar de nuevo todo su esplendor. Así mismo, la vida de una persona se ve muchas veces eclipsada por acontecimientos que le hacen perder de vista el camino que ha de seguir, pero si tiene la suficiente paciencia, el propio camino se muestra ante él como si siempre hubiera estado ahí, esperándole.


Ahora sólo puedo añadir una cosa que un día leí:

Tú, que eclipsaste mi vida, sé ahora la luz que guía mi camino.


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