miércoles, 10 de diciembre de 2008

Sobre sistemas binarios y la vida...

En astronomía, un sistema binario es aquel en el que dos estrellas comparten un mismo sistema. Dada la proximidad de ambas y dependiendo de la formación de cada una de ellas, ambas estrellas pueden interactuar entre sí de diversas maneras. Por ejemplo, si nos encontramos una enana blanca con una gigante roja, es más que probable que la mayor densidad y campo gravitatorio de la enana blanca arranque material de su compañera poco a poco, creando un lazo entre ambas estrellas en las que poco a poco la gigante roja se va consumiendo para, por ende, acortar la vida de su compañera.

Otro efecto que podemos apreciar es cuando una de ellas se trata de una estrella de neutrones o bien de un agujero negro. En este caso, el halo de materia arrastrada de una estrella a la otra o al agujero negro, tiene a calentarse debido a la radiación proviniento de quien arranca la materia, produciendose una emisión adicional de rayos X al espacio.

En cuanto a los planetas, mucho se ha especulado sobre si es posible o no la existencia de planetas en dichos sistemas, tal y como aparecen en numerosas producciones y literatura. Las simulaciones han demostrado que dada la cantidad de protomateria necesaria para la creación de estos sistemas, la formación de planetas es más que probable, aunque detectar los mismos es harto complicado con los medios actuales.

Poder apreciar uno de estos sistemas ha de ser una de las maravillas que aún encierra el Universo en su baúl de los secretos, junto a otra que sólo la imaginación podrá acercarnos, y es ver ambas estrellas "danzar" por el espacio una alrededor de la otra, en un compás eterno, perfecto, contemplando como se alejan cada vez más lentamente la una de la otra hasta que el lazo que las une llega a su límite y ambas se giran para volver a acercarse ambas cada vez un poco más rápido, hasta que parezca que casi se rozan sus superficies y comience de nuevo el baile.

Pero, ¿y la vida? ¿Por qué la vida? Sólo quería aprovechar y hacer un pequeño parelalismo entre la vida y los sistemas binarios. Al igual que en un sistema binario, cuando de dos personas se trata, puede darse el caso que una de ellas ofrezca parte de sí misma desinteresadamente para completar a aquella que la acompaña. Lo hermoso de la vida, es que esta situación puede invertirse en cualquier momento.

¿Qué pasa cuando una persona es como una estrella de neutrones, alguien cuya personalidad es "explosiva", cuando hay algo en ella que colma a los demás, y otra persona se acerca? El vínculo que se cree entre ambos puede incendiarse como el del sistema binario, y hacer que lo que esas personas transmitan juntas sea más de lo que jamás lo harían por separado.

Los planetas son como los pequeños momentos que se crean junto a cada persona, acompañando a esta a lo largo de su vida. Estos momentos pueden ser buenos o malos, pero son los que forjan lo que uno es.

Al igual que en un sistema binario, dos personas comparten una serie de momentos que conformarán lo que una es para la otra y viceversa. Por último, si una de las maravillas del Universo es un sistema binario, una de las maravillas de la vida es compartirla con otras personas, y más maravilloso aún es cuando la vida de ambos se entremezcla una y otra vez, en un continuo vals.



Buscando refugio

Hoy es uno de esos días en los que no sé exactamente qué es lo que pasa por mi cabeza. Mi corazón está abatido, lo siento pesado, cansado por instantes. Sé que le he pedido demasiado últimamente. Por eso hoy, esta noche al menos, quiero dejarle descansar, liberarle al menos un rato de aquello que lo oprime, aunque no sé hasta que punto lo conseguiré.

Puedo sentirlo en mi pecho sin tener que poner la mano encima, con un rítmico pero pausado palpitar. Debo relajarme, abstraerme de lo que me rodea. Debo buscar un refugio que me aleje de todo lo que soy, de lo que sueño y de lo que anhelo, de lo que quiero y no tendré.

Pongo música de fondo mientras coloco los cascos en mi cabeza. Quiero aislarme un poco más de mi entorno. No, no es la más adecuada, pero significa tanto para mi... Tenues acordes mezclándose con una melancólica melodía en la que no se distiguen con claridad las emociones... Pero quizás no sean las emociones propias de la composición, sino las mías propias las que veo reflejadas ya en ellas una y otra vez, como una impronta grabada una y otra vez sobre el pentagrama a la par que las notas cada vez la oía.

Puedo ver imágenes en mi mente de aquello que querría hacer: alargar mi mano hasta acariciar dulcemente su rostro, separar con cuidado el pelo de su rostro para poder observarlo mejor, observar con detenimiento sus ojos, buscando en ellos un sentimiento recíproco, acercar mi boca lentamente hasta su oído para susurrarle palabras de amor, rozar con la yema de mis dedos sus labios para poder sentir por un momento el calor que despiertan...

Mi pulso tiembla al escribir estas palabras. No es lo que deseaba poner, pero es lo que está surgiendo, y no deseo parar. Contemplo con cierta frustración el móvil, objeto maldito que me tiene esclavizado. Lo miro con frecuencia, con el vano sueño de una llamada, un mensaje, un simple toque perdido. Pero sé que es inútil.

Puedo sentir el calor en mis mejillas, la humedad de mis ojos. Hoy querría no estar aquí, no ser yo, poder irme allí arriba, entre las estrellas, lejos de todo, lejos de todos. Sólo, con el Universo entero como mi refugio, mi consuelo, mi amigo, mi confesor, mi hombro.

Cierro los ojos por un instante. Las lágrimas están a punto de derramarse, a duras penas puedo contenerlas. Mi mente es cruel conmigo mismo, pues no deja de evocarme una y otra vez imágenes suyas, su risa, su voz, su perfume...

No me siento con fuerzas para seguir escribiendo. Lo siento.

martes, 2 de diciembre de 2008

De regreso a las estrellas...

Esta noche, mientras practicaba un rato con el piano, una melodía volvió a mi memoria, una serie de notas que daban pie a una de las escenas que más me cautivó cuando era un crío. Escucharla de nuevo a día de hoy me vuelve a poner los pelos de punta, por varias razones. La primera era lo que esta película significó para mí en mi niñez. Junto a 2001, fueron mi primer contacto con un mundo de posibilidades más o menos reales, lejos de la ficción pura que implicaban otras películas como La Guerra de las Galaxias. Con esto no quiero decir que todas ellas no entren en ese marco de películas de ficción. Lo que quiero dar a entender es que 2001 me acercaba a una realidad cada día más y más próxima: la primera estación espacial, viajes a la Luna, una forma realista de cómo sería un posible viaje a un planeta "cercano"... Los primeros pasos de una astronomía cada vez menos futurista y más contemporánea. Por otro lado, Encuentros en la 3ª Fase daba un paso más allá. Nos ponía en cómo podría ser un contacto con una sociedad completamente distinta a la nuestra. ¿Qué podría acercarnos? ¿Cómo podríamos encontrar un punto en común? Y he aquí que las dos cosas que siempre me han fascinado más junto con la astronomía se daban la mano una vez más para formar una unión cuasi perfecta: matemáticas y música se entrelazaban para dar un punto de partida a un lenguaje universal, más allá de conceptos subjetivos.



Si bien en ambos casos hay, por supuesto, una dosis de imaginación y ciencia ficción considerable, debo destacar que lo importante de una película no es siempre su contenido, ni sus efectos, paisajes, música, la interpretación de sus actores, ... Ni siquiera la suma de lo anterior. Lo que realmente importa de una película es lo que nos transmite, lo que nos hace sentir, lo que despierta en nosotros. Sólo espero que este fragmento que os puse os diga al menos una pequeña fracción de lo que me dijo a mi.

Alex


 

lunes, 1 de diciembre de 2008

Un poco de música...

Hoy ha sido uno de esos días extraños en los que uno tropieza con algo que no esperaba en el momento adecuado. Estaba sentado en mi cuarto, buscando canciones que me apetecería aprender a tocar al piano algún día, cuando de repente he topado con un video en el que se versionaba la canción principal de la Pantera Rosa.



Como habréis podido observar, no es ni mucho menos la mejor versión de esa canción, pero ha habido algo que me ha llamado la atención, así que me he puesto a mirar qué otras canciones había versionado esta persona. Y he aquí mi sorpresa cuando me he encontrado con auténticas joyas. Lo que a primera vista había parecido uno más que se graba en video y lo sube a YouTube, ha resultado alguien que transmite al tocar más de lo que muchos nunca soñaremos. Os dejo aquí algunas de las que más me han gustado, espero que las disfrutéis.



Por último, una variación de un tema muy muy conocido creada por él mismo. A mi parecer, una de las versiones más agradables de oir que he tenido el placer de escuchar. Para ti, espero que te guste... ;D



 

sábado, 29 de noviembre de 2008

Errare humanum est...

Hay ocasiones en las que todos actuamos de manera equivocada, consciente o inconscientemente. Las consecuencias de nuestros errores se escapan muchas veces a nuestro control, y, por desgracia, acarrean en ocasiones más pesar del que desearíamos. Hoy tengo la sensación, acertada o no, de que he cometido un error, de que he dado un paso en falso, y no sé muy bien cómo solucionarlo, aunque supongo que lo primero sería explicar a la persona afectada el por qué. Eso, desde luego, no será el contenido de esta entrada, aunque sí que voy a aprovechar para plagiar una entrada de ayer mismo de Sara y poner aquí una canción que hasta la fecha no conocía, pero que ya forma parte junto con otras de mi pequeña colección musical. De toda la letra, hoy sólo pondré un pequeño extracto, que también servirá en parte como justificación a mi comportamiento.





...
Este tiempo que no pasa decora mi casa,
yo no quiero despertar.
Una llamada perdida, un vuelvo enseguida,
no tengo ganas de hablar.
Voy a mirar el correo, a ver si te leo
y me bajo a buscar un bar,
donde beberme tu ausencia y mi soledad.

Déjame que cuente las horas perdidas,
buscando tus ojos todos estos días,
que aveces se me hacen eternos.
Escribir canciones pintar corazones,
no me basta no quiero hacerme ilusiones
¿cuánto tiempo he de esperar para vernos?
...






P.D.: I'll still missing you, little princess

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Cuando el calor nos quema hasta consumirnos...

Antes de comenzar a escribir nada, voy a cumplir lo prometido...



Es cierto que podría haber puesto mil videos de mejor calidad, llenos de fotos o mensajes hermosos acompañando la música, pero he preferido poner éste, pues en él se puede contemplar la cara del genio del jazz expresando con sus gestos mucho más incluso de lo que por sí consigue hacer con su voz.

Y de uno de los grandes, voy a pasar a otro de los grandes, Paul McCartney. Si bien es cierto que ha escrito mucho, y que tiene muchas y muy buenas canciones, hay una que en estos momentos me llega especialmente...




I can wait another day
until I call you
You've only got my
heart on a string and
ev'rything a'flutter.

But another lonely night
- and another and another -
Might take forever.
- And another nother -
We've only got each
other to blame
it's all the same to me love.

'Cause I know what I
feel to be right.
No more lonely nights
no more lonely nights
You're my guiding light
day or night. - I'm always there.

May I never miss the thrill
- and another and another -
Of being near you?
- And another nother -
And if it takes a couple of years
to turn your tears to laughter

I will do what I feel to be right.
No more lonely nights
never be another

no more lonely nights
And I won't go away
until you tell me so
no I'll never go away.

Yes I know what I feel to be right.
No more lonely nights
never be another

no more lonely nights
And I won't go away
until you tell me so
no

I'll never go away
And I won't go away
until you tell me so
no

I'll never go away
No more lonely nights
no
no.

Y es que hay cosas que, si no las compartimos, por muy buenas que sean, nos consumen poco a poco.


Voy a terminar hoy esta entrada con un poema que encontré por casualidad mientras buscaba la imagen que acompaña este texto. Se trata de un poema del poeta mexicano Antonio Plaza:

¿Y temes que otro amor mi amor destruya?
qué mal conoces lo que pasa en mí;
no tengo más que un alma, que es ya tuya,
y un solo corazón, que ya te di.

¿Y temes que placeres borrascosos
arranquen ¡ay! del corazón la fe?
Para mí los placeres son odiosos;
en ti pensar es todo mi placer.

Aquí abundan mujeres deslumbrantes,
reinas que esclavas de la moda son,
y ataviadas de sedas y brillantes,
sus ojos queman, como quema el sol.

De esas bellas fascinan los hechizos,
néctar manan sus labios de carmín;
mas con su arte y su lujo y sus postizos,
ninguna puede compararse a ti.

A pesar de su grande poderío,
carecen de tus gracias y virtud,
y todas ellas juntas, ángel mío,
valer no pueden lo que vales tú.

Es tan ingente tu sin par pureza,
y tan ingente tu hermosura es,
que alzar puede su templo la belleza
con el polvo que oprimes con tus pies.

Con razón me consume negro hastío
desde que te hallas tú lejos de aquí,
y con razón el pensamiento mío
sólo tiene memoria para ti.

Yo pienso en ti con ardoroso empeño,
y siempre miro tu divina faz,
y pronuncio tu nombre cuando sueño.
Y pronuncio tu nombre al despertar.

Si del vaivén del mundo me retiro,
y ávido de estudiar quiero leer,
entre las letras ¡ay! tu imagen miro,
tu linda imagen de mi vida ser.

Late por ti mi corazón de fuego,
te necesito como el alma a Dios;
eres la virgen que idolatro ciego;
eres la gloria con que sueño yo.

Gracias por leer los desvarios de un loco enamorado,
Alex



domingo, 23 de noviembre de 2008

What a wonderful world...

Esta noche estaba preparando una sorpresa para alguien muy especial para mi. Debía escoger una música de fondo y me puse a escarbar en mis recuerdos por canciones que encajaran con aquello que quería transmitir. Sin duda encontré en la voz de Louis Armstrong lo que buscaba: la tranquilidad y calidez de una gran melodía que da pie a una canción cuya simplicidad no hace más que hacerla más grande e intensa. Y si esta canción es cantada por la voz rota pero capaz de transmitir tanto sentimiento del gran Louis Armstrong, nos encontramos ante una de las más hermosas canciones que he podido escuchar.

A la par que escribo estas líneas no puedo dejar de escucharla, hasta el punto en que la mezcla de lo que tenía en mente, lo que quería luego escribir aquí y lo que la canción me produce ha acabado forzando a que mis ojos se empañen con cálidas lágrimas.

Normalmente acompañaría esta entrada con un video de la canción, pero en esta ocasión voy a esperar un poco, y hacer que acompañe a mi próxima entrada, que espero que sea en breve.

Mientras tanto propongo un ejercicio de imaginación y memoria: voy a poner a continuación la letra original y traducida de la canción, para que a medida que la leáis sea vuestra memeoria la que ponga música a las palabras que leéis, y si podéis, lleguéis a cerrar los ojos, obviando la letra, dejando que sea vuestra mente la que se llene de la música y de las imágenes que ella os produzca. Yo lo hice, y el resultado fue más que grato.

Espero que la disfrutéis tanto como lo hice yo.

I see trees of green,
Red roses too
I see them bloom
For me and you

And I think to myself
What a wonderful world.

I see skies of blue
And clouds of white
The bright blesses day,
The dark sacred night

And I think to myself
What a wonderful world.

The colors of the rainbow
So pretty in the sky
Are also on the faces
Of people going by
I see friends shaking hands
Saying "How do you do"
They're really saying
"I love you"

I hear babies crying,
I watch them grow
They'll learn much more
Than I'll ever know

And I think to myself
What a wonderful world.
Yes I think to myself
What a wonderful world.
Veo los árboles verdes,
Rosas rojas también
Las veo florecer
Para tí y para mí

Y me digo a mi mismo
Qué mundo tan maravilloso.

Veo el cielo azul
Y las nubles blancas
El bendito brillo del día
La sagrada oscuridad de la noche

Y me digo a mi mismo
Qué mundo tan maravilloso.

Los colores del arcoiris
Tan bonitos en el cielo
También están en las caras
De la gente que pasa
Veo amigos dándose la mano
Diciendo "Qué tal estás"
En realidad están diciendo
"Te quiero"

Oigo a los bebés llorando,
Los veo crecer
Ellos aprenderán mucho más
de lo que yo nunca sabré

Y me digo a mi mismo
Qué mundo tan maravilloso.
Sí, me digo a mi mismo
Qué mundo tan maravilloso.


P.D.: Esta entrada se la dedico a esa persona tan especial.'cause I miss you every single moment that you're far away.


lunes, 17 de noviembre de 2008

Just one dream for Christmas...

... that's all I need this year,
one dream become true,
one hope being reality,
all I want for Chrismas
is to be in love with you.




lunes, 3 de noviembre de 2008

Imagina...

Estaba navegando por internet cuando, áun no se cómo, he topado con un clásico de John Lennon, Imagine, me ha dado por escucharla, y ahora por ponerla aquí.




Imagina que no existe el Cielo,
es fácil si lo intentas,
sin el Infierno debajo nuestro,
arriba nuestro sólo el cielo.
Imagina a toda la gente
viviendo el presente...

Imagina que no hay países,
no es difícil de hacer,
nadie por quien matar o morir,
ni tampoco religión.
Imagina a toda la gente
viviendo la vida en paz...

Puedes decir que soy un soñador
pero no soy el único.
Espero que algún día te unas a nosotros
y el mundo vivirá como uno.

Imagina que no hay posesiones,
me pregunto si puedes,
sin necesidad de gula o hambre.
Una hermandad de hombres.
Imagínate a toda la gente
compartiendo el mundo...

Puedes decir que soy un soñador
pero no soy el único.

Espero que algún día te unas a nosotros

y el mundo vivirá como uno.




Ahora sólo imagina que lo que sueñas se hace realidad. Quizás te pase como a mi, y se te empañen los ojos con lágrimas de esperanza.

Por cierto, tras volver a oir "Lascia la espina, cogli la rosa" (gracias, Sara), me vino a la cabeza algo que leí: sólo hay una forma de coger una rosa, disfrutando de su fragancia y viendo la flor, nunca intentado robarle la libertad. Os pongo aquí la canción...




lunes, 27 de octubre de 2008

Cuando Icaro se acercó a las estrellas

... un extraño calor debía recorrer su cuerpo, y fue quizá esa creciente calidez la que le impulsaba a seguir ascendiendo hasta alcanzar el paraíso en el cielo. Pero ¿quién dice que cayó al mar y allí pereció? Todo lo que encontró su padre Dédalo fueron las alas medio deshechas en el agua, ni rastro del cuerpo de su hijo.


Hoy quiero pensar que la fábula no acabó tal y como nos la han contado. Prefiero pensar que Ícaro sí que alcanzó el cielo, se situó entre las estrellas, pudiendo contemplar las estrellas en todo su esplendor. Quizás una vez allí, siendo innecesarias ya sus alas, pues se encontraba ya bajo el amparo de celestiales criaturas, arrojó éstas al mar, donde las encontró más tarde su padre, induciéndolo a pensar en la muerte de su hijo.

Pero ¿qué vería Ícaro allí arriba? Descubriría seguramente que aquella a la que ama se encontraba ahí, más allá de las nubes que recorren el cielo, iluminando con su brillo la noche. Vería que la calidez de su rostro, la hermosura de su mirada, la sinceridad de su sonrisa eran más que suficientes para dar luz a mil mundos como aquel del que provenía.

Pero también vería que tras aquel rostro bañado en luz, una débil chispa de tristeza embargaba aquellos ojos que le habían seguido en su ascensión. Una lágrima contenida que heriría amargamente el corazón de Ícaro, pues éste querría a toda costa poder acabar con lo que provocara tal amargura. Y es probable que esa fuera y no otra la razón por la que prefirió arrojar las alas que le habían llevado hasta ese lugar, pues cayó enamorado ante humanidad que aquel ser maravilloso había demostrado y ya nada podría hacer que quisiera abandonar el lugar donde moraba su amor. Así su destino fue desde entonces perseguir el consuelo y la felicidad de aquella que era su amada, entregando su corazón sin reserva, pues sabía que si alguna vez lo conseguía, su vida habría sido plena.



Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo;
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño Amor, éste es su abismo.
¡Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!






       Con todo mi corazón,
Alex


miércoles, 22 de octubre de 2008

¿Música o emociones?


Quería haber escrito aquí mucho más de lo que al final lo he hecho, pero no encontraba las palabras adecuadas para expresar lo que quería. Así que simplemente pongo la obra que más hondo ha calado en mi desde que apenas era un crío y la escuché por primera vez, y quizás sea por eso por lo que tantas veces he escondido tras sus notas mis sentimientos, y es con la que ahora mismo me siento más afín.



He escogido ésta versión y no otra porque, si bien el video como tal no es el mejor del mundo, la interpretación es, a mi gusto, una de las que mejor reflejan el espirítu de la sonata (o mejor dicho, lo que creo que debe reflejar).

Espero que la disfrutéis.

Alex

sábado, 18 de octubre de 2008

La vida de una persona es en ocasiones como el viaje de un planeta alrededor del universo. A pesar de que un planeta gira sobre sí mismo, como la propia vida del hombre, un planeta también gira alrededor de una estrella, como la vida de cualquier persona, aunque muchas veces a ésta le cuesta darse cuenta de sobre qué estrella gira su vida.


La vida de una persona está llena de imprevistos, algo que la mayoría de la gente negaría de una enorme roca que se dedica a dar vueltas y más vueltas sobre otra roca incandescente. Nada más lejos de la realidad.

Al igual que el hombre, un planeta se topa en su viaje con eventos que alteran brevemente su viaje. Tal es el caso, por ejemplo, de las lluvias de estrellas, causadas por el pasar del planeta cerca o a través de un cinturón de asteroides, o la visita de sus hermanos pequeños, los cometas, que precisamente por ser muy esporádicas, son todo un acontecimiento.

Otros eventos no son tan predecibles o constantes: un meteorito entrometido puede golpear la superficie del planeta como una noticia poco esperada la vida de un hombre, o bien ser algo inesperado y hermoso como una gran estrella fugaz que recorra durante segundos nuestra vida.

La propia estrella sobre la que gira el planeta puede dar alguna sorpresa también. Una llamarada solar puede alterar la faz del planeta y cambiar éste por completo, o bien acariciar cálidamente su atmósfera y crear bellos efectos visuales a modo de auroras, como los cambios en aquella persona que amamos pueden cambiar nuestra vida para siempre, o bien hacerla más grata y placentera.

Pero uno de los momentos más hermosos y más misterioso quizás se produce cuando otro cuerpo celeste se interpone entre el planeta y su estrella. Poco a poco, la luz de ésta decae hasta hacerse prácticamente invisible al planeta. Sólo un débil contorno brillante nos recuerda que la estrella sigue ahí, paciente, deseosa de volver a mostrarse. Y con el tiempo, como si de un nuevo amanecer se tratara, comienza a revelarse hasta alcanzar de nuevo todo su esplendor. Así mismo, la vida de una persona se ve muchas veces eclipsada por acontecimientos que le hacen perder de vista el camino que ha de seguir, pero si tiene la suficiente paciencia, el propio camino se muestra ante él como si siempre hubiera estado ahí, esperándole.


Ahora sólo puedo añadir una cosa que un día leí:

Tú, que eclipsaste mi vida, sé ahora la luz que guía mi camino.


martes, 7 de octubre de 2008

Otro relato...

La noche se cernía sobre el bosque. Nubes de tormenta cubrían un cada vez más oscuro cielo. Aun así, la débil luz de las estrellas y la luna llegaban a un pequeño claro en el bosque. La silueta de un lobo se dibujaba sobre los límites del claro. Al llegar al borde del claro, el lobo se detuvo. No, no se trataba de un joven lobezno, las marcas en su hocico y su lomo hacían patentes las distintas refriegas en las que se había tenido que ver ya envuelto y que habían hecho de él un animal más cauto y paciente. Pero no aquella noche. Con paso lento pero firme comenzó a adentrarse en el claro, dirigiéndose directamente al centro del mismo. Sabía que corría un riesgo tremendo exponiéndose con tanta claridad ante los demás habitantes de aquel bosque. Si bien los de su raza se encontraban entre los más temidos del lugar, no era aconsejable andar sólo y desprotegido, sin contar con el apoyo del resto de la manada. Pero no aquella noche. Nada importaba aquella noche.

El lobo se detuvo al llegar al centro del claro. Un fuerte y fugaz aleteo se oyó a su espalda, seguido de manera inmediata por el quejumbroso chillido de dolor de un pequeño animal, seguramente un conejo. En otra ocasión abría acudido raudo hacia aquel lugar para intentar arrebatar aquella presa a quien fuera. Pero no aquella noche. El canto de las aves nocturnas así como la llamada de algún congénere eran el leve ruido de fondo que ahora copaba la noche. Nada fuera de lo normal, nada a lo que prestar mayor atención o que pudiera distraerle más de lo que ya de por sí estaba. Olfateó levemente el suelo, intentando corroborar con su adiestrado olfato si se encontraba en el lugar que debía. No había duda, aquel olor se había grabado muy dentro en su interior. Una leve brisa se levantó en el claro, arrebatándole el poder recrearse por más tiempo en aquella sensación. Su pelo se erizó levemente ante el inesperado frío traído por aquel leve viento.

Miró por unos segundos el suelo donde se encontraba. Con unos rápidos movimientos de sus patas delanteras apartó un par de piedras que se encontraban allí, las necesarias para incomodarle. Tras retirarlas, se tumbó lentamente en aquel mismo lugar, haciendo de su cuerpo una especie de ovillo para soportar mejor aquel soplo de aire. Para alguien que llegara ahora mismo a aquel claro, le parecería que la sombra que se encontraba en su centro estaría descansando, lo cual en otro momento hubiera sido correcto. Pero aquella noche no. El lobo no tenía sus ojos cerrados, ni siquiera su cabeza descansaba de una manera completamente cómoda sobre sus patas, tal y como pasaría si estuviera descansando. Sus ojos se encontraban fijos en un punto de la linde del bosque. Buscaban una sombra, una silueta familiar, algo que sabía a ciencia cierta que no estaría allí. Aquella noche no. Ni ninguna otra ya.

El lobo alzó la mirada al cielo medio encapotado. La lluvia podía comenzar en cualquier momento, lo que en circunstancias normales le induciría a buscar cobijo rápidamente para que no se mojara su pelaje. Le resultaba demasiado molesto estar mojado con unas temperaturas que comenzaban a ser bastante bajas. Pero aquella noche no. Las estrellas podían verse con bastante claridad a través de los numerosos claros que había entre las nubes. No sabía donde debía buscar exactamente. De cachorro le habían enseñado que allí, entre aquella titilantes luces se encontraban aquellos que nos son queridos y nos faltan, pero no cómo identificar dónde exactamente. El cielo era tan grande… Cerró durante un segundo los ojos, intentando recordar aquella forma, aquel olor. Volvió a alzar la mirada hacia el cielo y como si siempre hubiera estado allí, la forma de sus recuerdos empezó a dibujarse entre las estrellas, estática, con todo el esplendor que él recordaba aumentado por la luz de quienes la conformaban. El lobo habría querido llorar, pero eso no era posible. No tenía lacrimales que se lo permitieran. Hubiera aullado con toda la fuerza de su corazón a aquella forma, pero no quería hacer partícipe a nada ni a nadie de aquel dolor que le corroía. Simplemente se conformó con permanecer allí, impasible, con los ojos fijos en el cielo, recordando.

Una gota cayó sobre su cara, seguida de otra, y otra más. Una tenue lluvia había comenzado a caer. Pronto su pelaje se encontraba completamente mojado, pero no se inmutó. Eran aquellas gotas de agua para él un regalo de la naturaleza que le permitían simular las lágrimas que él no podía derramar y, entrecerrando los ojos, dejó que cayeran por ambos lados de su hocico, permitiendo que el dolor que le apretaba el pecho saliera a flote y poder así desahogarse.

En otras circunstancias, el lobo habría estado alerta aún a pesar de estar descansando y habría notado que una presencia se acercaba lentamente hacia él. Un olor familiar y embriagador llegó muy débil hasta su nariz. No le dio mayor importancia. Aquel lugar estaba impregnado de ese aroma para él. La lluvia cesó de repente. No había más lágrimas que derramar por el momento. Tras tomar un par de bocanadas de aire, empezó a abrir los ojos de nuevo. Para su sorpresa una forma se hallaba ante él. Por unos instantes creyó que aún estaba imaginando ver la familiar silueta entre las estrellas, pero pronto cayó en la cuenta de que no estaba mirando al cielo, sino al frente. Parpadeó un par de veces para intentar aclarar las gotas que aún recorrían sus ojos y no le permitían ver con la suficiente claridad mientras que con su olfato trataba de identificar a quien tenía delante. No podía ser, sus sentidos le engañaban. La sombra se acercaba lentamente a él, encontrándose ya a un par de zancadas de distancia. Pero el lobo no hizo amago de moverse. Su cuerpo no podía reaccionar ante lo que creía tener delante. La forma ya estaba prácticamente a su lado. No cabía duda ya. La forma de una joven loba se había terminado de formar. Ésta acercó lentamente su hocico al del lobo y contempló su rostro. El lobo estaba perplejo y no pudo más que permanecer inmóvil mientras que una extraña sensación de calor comenzaba a recorrer su cuerpo. La joven loba olfateó suavemente el olor que emitía el lobo, entremezclado con el de las gotas de lluvia que habían cubierto su rostro hasta hacía un minuto. Con mucha delicadeza, la loba comenzó a lamer el hocico del lobo, como si con ello estuviera secando las lágrimas que para él habían sido las gotas de lluvia. Cuando hubo acabado, se recostó junto al lobo, tan cerca de él que ella pudo sentir cómo su corazón latía apresuradamente y como una especie de aura cálida que comenzaba a emanar la cubría protegiéndola de la cada vez más fría noche. El hocico de la loba descansó junto al hocico de él. Ella cerró los ojos y entró en un plácido y profundo sueño, consciente de que allí, aquella noche, nada malo podría ocurrirles.

En otras circunstancias, habría olido a quien yacía a su lado, y se habría dado cuenta de que su mente había enloquecido, que nadie estaba junto a él, que el olor que había creído captar provenía del suelo en el que estaba tumbado, que la sombra que había visto no era más que los arbustos moviéndose en el bosque, que las caricias en su hocico no habían sido más que el viento secando la lluvia en su cara. Pero aquella noche no. Aquella noche el lobo se rindió ante un sueño y durmió plácidamente.

Con la llegada del nuevo día, los primeros animales aparecieron por el claro, pero ninguno de ellos se encontró con aquel lobo. Había desaparecido para siempre junto a su sueño. Cuentan entre los más sabios de la manada que desde aquella noche una nueva constelación brilla en el firmamento.



domingo, 28 de septiembre de 2008

Un par de cuestiones de tiempo...

Querría aprovechar esta entrada para hacer dos reflexiones sobre el tiempo. No llevarán a ningún lado, como es habitual en mí, pero al menos me permitirán de nuevo dar salida a cosas que me rondan la cabeza y, en esta ocasión también, justificar una actitud frente a la vida que tomé hace tiempo.


Si hay algo en esta vida que no podemos evitar es el paso del tiempo. Todos, de una u otra forma, intentamos luchar contra ese imparable y a veces angustioso avanzar. Muchas veces lo afrontamos con alegría, con esperanza, con la vista puesta en el nuevo día. Otras lo hacemos añorando aquello que sucedió y que ya a duras penas tiene solución, perdiendo con la añoranza un tiempo que no volverá tampoco. Afrontamos cada reto que se nos plantea haciendo que cope la menor parte de nuestro tiempo si nos resulta desagradable, o procurando que cada segundo sea una eternidad si el momento nos es grato.

Pero el tiempo no entiende de esas cosas. Avanza, inexorable, sin tener en cuenta cómo nos sentimos, dilatándose de una forma cruel muchas veces en aquellos momentos en los que querríamos que se acelerara, y siendo extremadamente volátil cuando desearíamos que se eternizara.

A pesar de eso, el ser humano tiene una extraña capacidad: si se encuentra en determinada compañía, le gana la partida al tiempo, pudiendo hacer que el tiempo prácticamente se detenga si el instante es apropiado, o que pase fugaz si es preciso. Pero esta capacidad tiene una pega, y es que el tiempo necesita ser compensado. Así, tras otorgarnos una eternidad en compañía de un ser querido, inmediatamente nos recuerda que tan sólo fue un instante cuando esa persona ya no está, y lo que es peor, haciendo que cada tic-tac del reloj nos parezca igual de largo a como nos pareció aquel instante hasta que volvemos a ver a esa persona.

Es quizás por esta pequeña discrepancia con el pasar del tiempo que cada instante compartido en la distancia o junto a ciertas personas acaba pareciéndome tan largo un chasquido de dedos, mientras que la ausencia de esas personas hace que parezca que las agujas del reloj sean reacias a avanzar.



En unos días será de nuevo mi cumpleaños. Mucha gente se pregunta extrañada cuando me preguntan por mi edad por qué siempre digo lo mismo: 21. No, no intento engañarme a mí mismo, ni quiero bacilar a nadie, ni nada parecido. La razón es más bien distinta. Desde hace mucho, mucho tiempo, antes incluso de tener esa edad, siempre creí que el paso del tiempo era cruel. Lo veía a mi alrededor, no sólo en las personas, sí no también en todo lo que me rodeaba. La ropa, los aparatos, las casas, los animales, la gente y sus ideas… No era que la idea de que las cosas cambiaran. Muchas veces los cambios son buenos, otras simplemente necesarios. No, era distinto. Era la falsa “obligación” que parecía haber en todo a renunciar a ciertas cosas por ese avance. El niño al hacerse hombre debía renunciar a su inocencia o verse normalmente abocado a ser devorado por el mundo. Los animales, inconscientes como son de su situación, se veían forzados a vivir en condiciones cada vez más antinaturales…

Me cuestionaba si era necesario que todo cambiara, que “evolucionara” como lo hacía. Leer determinados libros facilitó mi comprensión del término humanidad como ente único vivo, que se mueve y evoluciona arrastrando y moldeando su entorno, pero también el concepto de hombre como individualidad. Y si bien acepté como algo inevitable el primero, adopté el segundo como algo propio. Soy un ser único, que si bien forma parte de un ente mayor, no tengo que verme arrastrado por éste en todos los aspectos de la vida. Tengo la capacidad no sólo de pensar, sí no también de decidir y de equivocarme en mis decisiones. Es por eso por lo que decidí que mi edad no era importante, que sólo era una forma vana de medir un tiempo sin una finalidad clara. ¿Saber cuántas veces he dado la vuelta al sol? Eso es lo único que en realidad podría medir mi edad. Ni mi madurez, ni mi capacidad de pensar o sentir, no hay nada más que éste sujeto a eso. ¿Envejecer? Tampoco es cierto, dietas, ejercicios, accidentes naturales o no, operaciones,… Hay cientos, miles de cosas que pueden variar nuestra longevidad, así que eso no ha de ser lo realmente importante.

¿Qué es entonces lo importante? Cómo vivamos ese tiempo y cómo lo recordemos después. Puedo echar la vista atrás y enumerar cientos de cosas que me han pasado, de momentos que permanecerán ahí, tenga 21 o 61 años. ¿Acaso importa cuántas veces haya dado la vuelta al Sol? No, no lo creo. Habrá quien esgrima que no se vive cada año que pasa de la misma manera, que con el tiempo las costumbres cambian, y eso lo marca la edad… Eso es en parte cierto, pero es también una gran mentira. Cada día que pasa, cada segundo de ese día, cambiamos. No celebramos que hoy sea distinto que ayer, a pesar de que algo haga que nuestro comportamiento cambie. De lo contrario, tendríamos que darle la razón a Lewis Carroll y celebrar cada día nuestro no-cumpleaños.

No se trata de aferrarse a un pasado mejor, sí no de ser conscientes de un momento de plenitud y evolucionar a partir de él, ser consciente de en qué aspectos se cambia y cuáles no se debe o desea cambiar. No es un punto donde quedarme anclado. Es un punto de referencia, una forma de recordarme cuáles son mis sueños, mis esperanzas, mis ideas e ideales, de tener presente que fallo, dónde y por qué, lo que sentí y quiero seguir sintiendo o procurar no volver a padecer.

Y da igual que tenga 33 que 70 años: para mi sólo cumpliré realmente 22 cuando esa referencia se quede obsoleta y haya dado un paso más.


lunes, 15 de septiembre de 2008

Un relato corto

Hoy me apetecía escribir, y esto es lo que ha surgido. No pretendo que le guste a nadie. Me basta con haberlo podido escribir.

Una lágrima empezaba a asomar en sus ojos. Allí estaba, tumbado sobre una manta a la intemperie, en medio de la nada, sin nadie que le molestara, sólo consigo mismo. Era una fría noche de invierno, aunque no tanto como cabría esperar para ser mediados de diciembre. Por suerte para él el cielo estaba completamente despejado de nubes, y aunque es luna llena, se encuentra lo suficientemente baja como para no molestarle mientras observa el cielo. Nadie en kilómetros en la redonda, ninguna luz artificial lo suficientemente importante como para ser un incordio. Una noche casi perfecta. Pero sólo casi…


El espectáculo comenzó pronto, tal y como estaba previsto: estaba intentando localizar una constelación cuando por el rabillo del ojo puedo apreciar la formación de la primera estrella fugaz de las muchas que vería esa noche. Giró la cabeza para observarla mejor. Tan sólo duro unos segundos, pero fueron suficientes para encandilarse de la bella que se mostraba ante él. El tiempo parecía estar dilatándose a cada instante. La pequeña roca cruzó gran parte del estrellado y claro cielo, dándole tiempo más que suficiente a dar rienda suelta a sus sueños y esperanzas. Poco antes de que la estrella desapareciera para siempre cerró los ojos y con voz muda pronunció un deseo. Sabía que no se cumpliría nunca, pero le daba igual.



Otra lágrima empezó a recorrer sus mejillas de una manera lenta y errática. Pudo sentir como ésta pasaba junto a la comisura de sus labios para bajar poco después a su barbilla y una vez allí precipitarse para perderse en el olvido. No hizo ademán de limpiarse. No le importaba llorar, ni que su rostro se mojara con sus lágrimas. Junto a la siguiente lágrima apareció una nueva estrella fugaz. Ambas tuvieron una vida igual de larga en sus respectivos trayectos.


Observó tras esa estrella fugaz el paisaje que ésta había atravesado. Empezó a soñar con ojos despiertos en acercarse rápidamente a aquellas estrellas que iluminaban su tristeza. Pronto pasó en su sueño junto a la nueva estrella que se formaba, arrancándole ésta una nueva lágrima y un nuevo deseo. Se detuvo un momento en su ascenso para ver aquella estrella alejarse de él a gran velocidad, perdiendo poco a poco intensidad hasta desaparecer por completo. Ojalá sus penas desaparecieran de una manera tan rápida y sencilla.


Siguió su camino hacia la cercanía de las estrellas. El espectáculo tomó otras tornas ahora. Se había alejado ya lo suficiente como para, mirando lo que dejaba tras de sí, observar la relativa oscuridad del lugar donde había permanecido recostado. La lluvia de estrellas continuaba, pero ahora el fondo del lienzo que veía estaba compuesto por valles y montañas en una penumbra apenas rota por la luz de la Luna. El paisaje se veía rasgado por las cada vez más frecuentes estrellas fugaces, que dejaban una extraña impresión en su retina.


Nuevas lágrimas aparecieron en sus ojos, pero ésta vez permanecieron allí, sin caer por su cada vez más fría tez. Pronto emborronaron su vista y no le quedó más remedio que limpiarse el fruto de su amargura. Recordó qué le había llevado tan lejos y volvió su vista hacia las estrellas que se encontraban a su alrededor. El Sol aún se encontraba tras la silueta de la Tierra, lo que le ofreció un espectáculo que jamás habría creído poder admirar. Un tenue resquicio de calor empezó a formarse en su interior.


Un nuevo espectáculo se abría ante sus ojos, ahora libres de la censura de la atmosfera. Un increíble espectáculo de luces y formas se había formado ante él sin que se hubiera dado cuenta hasta ese momento. Ya no eran simples puntos de luz titilante sobre su cabeza. Ahora un maravilloso espectáculo de color y armonía se le ofrecía como un presente no esperado. No necesitaba moverse de donde se encontraba para poder disfrutar sin medida. El calor en su interior aumentaba.



Tras superar unos instantes de obnubilación dirigió su atención hacia el cúmulo de estrellas que había intentado buscar justo antes de que comenzara aquel extraño viaje. No le costó mucho encontrarlo. La belleza de aquellas estrellas era ahora mucho mayor de la que había apreciado en otras ocasiones. La calidez recorría ya prácticamente todo su cuerpo. Centro su mirada en una de ellas, en aquella que le había tiempo atrás. Una nueva lágrima brotó. Esta vez no frotó sus ojos para limpiársela. Con mucha lentitud, acercó el dedo índice de su mano derecha a la lágrima y con una delicadeza extrema arrancó aquella lágrima de su cara sin que se rompiera. La observó fijamente. Pudo ver cómo la imagen de aquella estrella se transformaba a través de ella, haciendo que sus destellos luminosos estuvieran cargados de una inesperada y cálida magia. Se mantuvo en aquella posición, observando así el mundo, durante un tiempo que a él le pareció eterno. El calor en su interior era ya patente. Cerró los ojos y acercó la lágrima a sus labios. Expulsó el poco aire que le restaba en los pulmones de una manera suave pero constante, lo que provocó que aquella gota de su ser comenzara a desplazarse por el espacio en dirección a aquella estrella. Con aquél gesto, era él en realidad el que iniciaba el viaje.


Observó aquella lágrima alejarse hasta que se hizo tan pequeña que le fue imposible seguirla con la vista. Era hora de regresar. Su cuerpo empezó a acercarse al planeta de nuevo. Las estrellas fugaces continuaban dibujando líneas perfectas en el firmamento. Una nueva lágrima cayó de sus ojos, pero algo sucedió. La lágrima empezó a seguir la trayectoria de las estrellas fugaces, y el reflejo de las estrellas en ella la dotaron de un brillo especial y único que sólo él gracias a su posición privilegiada pudo percibir. El calor en su interior era bombeado por su corazón hasta el último rincón de todo su ser.



Decidió seguir a aquella lágrima en su descenso. Pero de nuevo algo estaba sucediendo. Aquel calor, aquella paz interior que ahora copaba su ser se estaba exteriorizando. Antes de que pudiera darse cuenta, él mismo se había transformado en una de aquellas maravillosas estrellas fugaces. Instantes después, se consumió y desapareció en el firmamento de la noche.


Despertó de aquel sueño en ese momento. Ya no sentía el frío mordisco del invierno. No más lágrimas recorrerían su rostro aquella noche. Ya no sentía pena. Sabía que aun de aquella manera, su sueño se cumpliría cuando aquella lágrima alcanzara su destino. Cerró los ojos y descansó, arropado por el fabuloso espectáculo que el Universo había creado aquella noche para él.


Alex


(Si alguien quiere dejar comentarios, que lo haga, pero que no sea muy malo ^^)


sábado, 13 de septiembre de 2008

Una lágrima...

Hoy es uno de esos días en los que uno debiera aplicarse a uno mismo aquellos consejos que le da a los demás, pero como es sabido, cada cual es el peor consejero de sí mismo. Si algo está claro, es que Murphy era un tío que sabía mucho, demasiado... La verdad es que la frasecita de que si algo podía salir mal, saldría peor se la podía haber guardado. Y es que los planes que hace uno se pueden torcer, pero si se torcieran implicaría que al menos se han empezado a cumplir, aunque no de la manera esperada. En mi caso no puedo ni siquiera decir que mis planes se tuerzan, directamente no se dan. Y claro, si las pocas esperanzas y alegrías que tiene uno se derivan de ellos, pues al trate con todo. Así que aquí estoy de nuevo, con la moral ya no por los suelos, sí no de visita por los túneles del metro.

Querría llorar, pero no puedo, querría gritar, pero tampoco puedo. Intento refugiarme en la música, pero sólo me apetece escuchar aquella que refuerza lo que ya siento. No quiero ver películas, ni leer libros, no me puedo concentrar en hacer nada, pues pronto mi cabecita empieza a divagar sobre aquello que me atormenta.

Sé que maldecir lo que ya no tiene vuelta atrás no me llevará a ningún lado, ni siquiera hará que me sienta mejor. Por eso intento desahogarme un poco aquí, con estas palabras, liberando un poco la carga que arrastro. He intentado dormir con el fín de pasar estas horas lo más rápidamente posible, pero no consigo pasar de un duermevela en el que mi mente me sigue torturando una y otra vez con las mismas ideas, con los mismo recuerdos, con los mismos sueños que no podré cumplir.

Querría buscar refugio y consuelo en una voz amiga, pero sé que en estos momentos eso es imposible. He de conformarme con sobrellevarlo de la mejor manera posible, aguantando el dolor. Pero sé que eso no me hará más fuerte, todo lo contrario. La pena ahondará un poco más, haciendome sentir más sólo de lo que en realidad estoy.

No me queda más remedio, dejaré que mi alma siga llorando y que mi mente siga añorando algo que nunca sucedió. Cerraré los ojos una vez más y miraré a mi cielo interior, en busca de refugio y luz.

martes, 9 de septiembre de 2008

Tempus fugit


Esta entrada se la quiero dedicar a una amiga, a pesar de que cuando lea estas líneas (si lo hace, claro ^^ ) ya habrá pasado el mal trago que la estaba persionando.

Tempus fugit. Y no podemos recuperarlo. Podemos engañarlo gracias a nuestros recuerdos, a revivir aquellas experiencias que de una u otra forma, para bien o para mal, se nos han quedado grabadas y nos han marcado. Lamentarse de lo que hicimos no cambia el hecho de que lo hicieramos. Podemos ser conscientes de que si hubieramos hecho las cosas de otro modo, nos enfrentari
amos a algunas cosas de un modo más tranquilo, como puede ser el caso de haber estudiado un poco más durante el verano de cara a un examen ahora en septiembre.

Pero ser conscientes de eso no implica que lo que hayamos hecho sea menos fructifero que haber estudiado. No todo lo que hacemos en esta vida debe estar pensado para progresar en nuestros estudios o trabajo. Recuerda esta gran verdad: trabajas para vivir, no vives para tr
abajar. En tu caso podríamos cambiar trabajo por estudio.

Evaluar cuán provechoso ha sido un momento lo único que te va a aportar es una cosas: has perdido el tiempo que has usado en evaluar el tiempo pasado. Eso si que es tiempo perdido, pues no te va a llevar a ningún lado. El tiempo, la vida en sí, está hecha para disfrutarla en la me
dida de lo posible. Por eso, si has tenido momentos de ociosidad, estos momentos no son pérdidas de tiempo. El tiempo lo habrías perdido si tras estudiar todos los días 10 horas, llegaras al examen y te bloquearas por los nervios. No habrías disfrutado del verano ni sacado rendimiento del tiempo invertido en estudiar.


¿Qué puede ser lo máximo que te pueda pasar? ¿Que suspendas? Bueno, seguro que aún te quedan más convocatorias para poder examinarte más adelante. No hay nada irremediable en eso. Míralo ahora por el otro lado. ¿Qué es lo que has ganado de todos modos? Por un lado ahora sabes que tienes que esforzarte un poco más en esa asignatura, la conoces un poco mejor y sabrás como planteartela si tienes que repetirla de nuevo. En cuanto al tiempo pasado, si puedes cerrar los ojos y pensar sin esfuerzo en al menos tres cosas buenas que te hayan pasado, o momentos agradables, no puedes decir que ese tiempo esté perdido. Quizás podrías decir que no lo has usado en lo que querrías, pero si has sacado otras cosas buenas en su lugar ¿qué más da?

Debes tener en cuenta una cosa: estudias en algo que te gusta para trabajar en algo que te gusta. No hagas de tus estudios una carga terrible. Disfrútalos. Si una asignatura se te atraganta por la razón que sea, simplemente tómatela con más calma. Y ante los exámenes, has de verlos con total despreocupación. Si estás preparada para él, ¿por qué has de ponerte nerviosa? Y si no lo estás ¿por qué has de ponerte nerviosa?

Ahora deja pasar unos días. La prueba ha pasado,
el resultado da igual... ¿Qué es lo que te queda, qué puedes recordar de estas semanas pasadas, qué es lo que quieres recordar? Los viajes que has hecho, las fiestas a las que has ido, lo mucho que has echado de menos a tus amigas en ocasiones, ... Valora el tiempo como lo que és, algo que no puedes controlar, sólo ver pasar, y estampa en él lo mejor de ti misma, pues, al final, eso será lo que te quede.


Tempus fugit. De ti depende valorar si está bien o mal aprovechado, pero no pierdas más tiempo en llorarlo...