Hoy es uno de esos días en los que no sé exactamente qué es lo que pasa por mi cabeza. Mi corazón está abatido, lo siento pesado, cansado por instantes. Sé que le he pedido demasiado últimamente. Por eso hoy, esta noche al menos, quiero dejarle descansar, liberarle al menos un rato de aquello que lo oprime, aunque no sé hasta que punto lo conseguiré.
Puedo sentirlo en mi pecho sin tener que poner la mano encima, con un rítmico pero pausado palpitar. Debo relajarme, abstraerme de lo que me rodea. Debo buscar un refugio que me aleje de todo lo que soy, de lo que sueño y de lo que anhelo, de lo que quiero y no tendré.
Pongo música de fondo mientras coloco los cascos en mi cabeza. Quiero aislarme un poco más de mi entorno. No, no es la más adecuada, pero significa tanto para mi... Tenues acordes mezclándose con una melancólica melodía en la que no se distiguen con claridad las emociones... Pero quizás no sean las emociones propias de la composición, sino las mías propias las que veo reflejadas ya en ellas una y otra vez, como una impronta grabada una y otra vez sobre el pentagrama a la par que las notas cada vez la oía.
Puedo ver imágenes en mi mente de aquello que querría hacer: alargar mi mano hasta acariciar dulcemente su rostro, separar con cuidado el pelo de su rostro para poder observarlo mejor, observar con detenimiento sus ojos, buscando en ellos un sentimiento recíproco, acercar mi boca lentamente hasta su oído para susurrarle palabras de amor, rozar con la yema de mis dedos sus labios para poder sentir por un momento el calor que despiertan...
Mi pulso tiembla al escribir estas palabras. No es lo que deseaba poner, pero es lo que está surgiendo, y no deseo parar. Contemplo con cierta frustración el móvil, objeto maldito que me tiene esclavizado. Lo miro con frecuencia, con el vano sueño de una llamada, un mensaje, un simple toque perdido. Pero sé que es inútil.
Puedo sentir el calor en mis mejillas, la humedad de mis ojos. Hoy querría no estar aquí, no ser yo, poder irme allí arriba, entre las estrellas, lejos de todo, lejos de todos. Sólo, con el Universo entero como mi refugio, mi consuelo, mi amigo, mi confesor, mi hombro.
Cierro los ojos por un instante. Las lágrimas están a punto de derramarse, a duras penas puedo contenerlas. Mi mente es cruel conmigo mismo, pues no deja de evocarme una y otra vez imágenes suyas, su risa, su voz, su perfume...
No me siento con fuerzas para seguir escribiendo. Lo siento.
Óperas en la Complu
Hace 16 años
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