sábado, 28 de marzo de 2009

¿Qué color prefieres?

Una de las preguntas más estúpidas que suelen hacernos desde que somos unos renacuajos es cuál es nuestro color favorito. ¿Azul? ¿Rojo? Pocas más opciones son a priori permitidas por los adultos que nos rodean, forzando una elección tendenciosa y sexista. "Me gusta el verde." ¿Cómo es eso posible? Pobre de aquel que no tuviera una excusa, aunque fuera mala, para justificar su elección. "Porque es más bonito."

Con la tecnología al alcance de la mano, es fácil encontrar mil explicaciones a lo que cada color significa, desde las más convencionales a las más rebuscadas. No deseo entrar a discutir cuál de ellas es la más acertada (¿será el rojo pasión o peligro? ¿el azul tranquilidad o tristeza?).

No, sólo quiero despertar en cada uno la curiosidad a la que quizás cuando eramos pequeños no fuimos capaces de dar la debida salida. ¿Cuál es tu color preferido? ¿Por qué? La elección del color puede tener mil justificaciones distintas, y ninguna de ellas tiene por qué ser mejor que las demás. Una simple cuestión de estética es más que suficiente; ese "porque es más bonito" puede ser totalmente válido si de verdad se piensa que es así. No voy a pedir una racionalización de los gustos, sólo sinceridad en la elección.

Para ser sinceros, sé que pido demasiado, y más teniendo en cuenta que yo mismo soy incapaz de escoger un color de entre todos.

Azul, rojo, amarillo, verde, naranja, violeta, malva, marrón, rosa, fucsia, lila, esmeralda, turquesa, ocre, púrpura, beige... La variedad es tan grande, que elegir uno de entre ellos es casi imposible. Cada uno posee una cualidad única, especial... ¿cuál seleccionar de entre todos?

Cada color puede, a demás, poseer un matiz tan sutil, tan leve, que lo haga completamente distinto. ¿Te gusta ese verde, o quizás ese que un poco más oscuro? ¿Y qué me dices de este ligeramente más azulado? ¿Y si es aún más claro?

No, no puedo elegir un color. No puedo decidir si prefiero los tonos rojos de una rosa, o los tonos anaranjados de un amanecer, el azul del cielo de un dia claro, el verde de las hojas... Hasta el negro de la oscura noche que hace que resalte más la luz de las estrellas.

Podría caer ahora con mucha facilidad en evocar una imagen que atormenta mi mente, describiendola poco a poco, viendo en cada una de sus partes uno de los colores, dejandome arrastrar por ella. Pero no es eso lo que busco. O quizás sí, y lo esté rehuyendo.

Hace tiempo ya, cuando estaba en el instituto, tuve la enorme fortuna de tener una de las que a mi juicio ha sido y siempre será mejores profesoras que he tenido el placer de conocer. Ella era por aquel entonces mi profesora de matemáticas. Más allá de sus cualidades como maestra, he de agradecerle especialmente la pasión con que nos enseñaba, dejando muchas veces de lado la materia propia de su asignatura y acercándonos una forma distinta de concebir la realidad. Su elección de las matemáticas como asignatura no fue casual ni aleatoria. Para ella, más allá de toda creencia religiosa o mística, había una serie de cosas que eran comunes en el universo y que, por tanto, debían de ser la base para cualquier forma de entendimiento entre cualquier cultura, ya sea terrestre o no. Según su concepción, y hasta donde yo por aquel entonces entendí, las matematicas, la música y los colores (en todo su espectro, incluido el que va más allá del visible) debían regir la comunicación en su sentido más amplio.

Supongamos como buena esta concepción del lenguaje. ¿Cómo elegir un color? Cada color estaría asociado a una palabra, o a una idea, una sensación, una emoción, o un objeto. No podría dar preferencia a uno por encima de otro, pues, como las propias palabras, unas se necesitan a las otras, se complementan, para formar un todo único y especial.

Y después de todo esto, ¿has decidido ya cuál es tu color?

Yo sí.

sábado, 21 de marzo de 2009

Y luego, la estrella explota, formando una nova...

Dicen que todo en este universo tiene un comienzo y un fin. Si bien el nacimiento de una estrella podría estar entre uno de los espectáculos más hermosos que el universo puede ofrecernos, tengo por seguro que su muerte lo es muchísimo más. Sobre todo cuando la muerte no significa de manera necesaria el fin...


Las estrellas, dependiendo de factores como su tamaño, densidad o composición, afrontan su fin de distintas maneras. Las estrellas están compuestas básicamente por hidrógeno, el cual sirve de combustible durante la mayor parte de la vida de una estrella. El hidrógeno se va convirtiendo progresivamente en He, el cual, dada su mayor densidad, se va acumulando en el núcleo de la estrella. Cuando la mayor parte del hidrógeno es consumido, la estrella comienza a colapsarse sobre su núcleo dado el aumento en la gravedad producido por la acumulación del helio, hasta que éste alcanza la temperatura suficiente como para que el helio sea ahora el nuevo combustible estelar. El helio a su vez se consume produciendo átomos más pesados, sobre todo carbono, que de nuevo se acumulan en el centro de la estrella.

Durante este proceso se crean también numerosos gases que se acumulan en la capa externa de la estrella. El sobrecalentamiento del núcleo cuando hay un cambio en el combustible del núcleo hace que los gases calientes tiendan a querer escapar de la gravedad de la estrella, aumentando el volumen total de la misma más de 100 veces y causando un cambio también en el color de la estrella a tonos más rojizos.

Cuando los elementos del núcleo son demasiado pesados, la gravedad del núcleo y su temperatura son tan grandes que los gases que conforman el caparazón de la estrella escapan a la misma prácticamente en incandescencia, creando una suerte de nebulosa con una pequeña y ultradensa estrella blanca en su centro. La belleza de este estadio de la estrella es tal que no hay palabras para describirla.

En esta etapa se forman los elementos más pesados en el núcleo estelar. La fusión de estos elementos no genera la misma cantidad de energía que los elementos predecesores lo cual, unido a la perdida de energía causada por la nube en constante expansión que antes fue la corteza externa, lo cual provoca un progresivo enfriamiento de la estrella, y, por consiguiente, el inicio de su final.


Cuando la temperatura es lo suficientemente baja, dos cosas pueden ocurrirle a la estrella: que muera definitivamente como una enana negra, o que su nucleo se colapse sobre sí mismo en una violenta explosión, lo que causará que la estrella emita durante un período de meses una intensa luz, a la par que mucho del material del núcleo sea expulsado del mismo. Esta explosión puede tener lugar repetidas veces, hasta que el núcleo de la estrella no tenga suficiente masa para colapsarse y muera o bien explote de manera definitiva.

Un caso especial de nova se produce cuando el tamaño de la estrella es especialmente grande, entre 10 y 100 veces el tamaño de nuestro Sol. En éste caso, cuando el carbono se transforma en hierro, dada la capacidad de éste para absorber mayores cantidades de energía, la estrella explota de una manera muchísimo más violenta que en el caso de una nova normal, sindo hasta 100 veces más luminosa que una nova. Una vez explosionada una supernova, peude comenzar a colapsarse en una pequeña bola de neutrones, llegando a formar una estrella de no más de unas decenas de kilometros de diámetro ultradensa en la que una porción de ella del tamaño de una taza de té pueda pesar cientos de toneladas terrestres.

Pero ¿por qué al comienzo de esta entrada dije que la muerte no implicaba el fín? Varias veces he explicado que la estrella arroja al Universo parte de sí misma como elementos más pesados que el helio o el hidrógeno. Durante la larguísima vida del Universo, estos materiales se reunen entorno a los restos de la estrella atrapados aún por la gravedad de ésta, o bien de alguna protoestrella cercana. Con el tiempo, esta materia en rotación alrededor de la estrella se unirá formando planetoides y más tarde quizás planetas, como el nuestro, e incluso, si el azar así lo decide, dando lugar incluso a la vida tal y como la conocemos. Así, la estrella realmente nunca muere, si no que se transforma en otros componentes del universo.


Y es por eso por lo que estoy plenamente convencido de una cosa: que cada uno, aunque sea en lo más profundo de su ser, lleva una estrella consigo.



lunes, 16 de marzo de 2009

Dando alas a los deseos...

Como ya escribí, días atrás pedí a algunas personas que formularan un deseo y lo plasmaran en unas pequeñas tiras de papel que, con unas pocas dobleces, se transformaron en unas pequeñas estrellitas de papel, pero sin explicarles qué pasaría luego con ellas.


Acercarles las estrellas para que puedan pedir su deseo era algo sencillo. Que fueran algo más que papel y pudieran encontrar su sitio en el cielo, algo más complicado. Así pues, ayudado por más estrellas, esta vez llenas de helio. Cuatro estrellas en la tierra colaboraron para tal fin, cada cual sujetando por dos puntas uno de los globos. Una vez preparadas, colocamos todas las estrellitas en una pequeña caja de papel para que su peso no fuera un problema y, tras sujetar la caja a las estrellas, las soltamos para que alcanzaran al aire, con la esperanza de que el viento las alzara hasta el firmamento.




Hoy, esta noche, hace 10 días que los deseos comenzaron su viaje hacia las estrellas. Nuestros deseos han estado viajando durante ese tiempo a más de un kilometro de altura, arrastradas muy muy lejos. La teoría dice que hoy comenzará su descenso, pero algo en lo profundo de mi corazón me dice que no es así, que aún tienen muchos kilometros que recorrer, y que, cuando comience su lento descenso, algo ocurrirá, algo que evitará que las estrellas toquen nunca el suelo.

Sin embargo, de entre todas las estrellas, hubo una que no viajó con las demás, una que permance retenida. En su interior hay algo más que palabras, algo más que un deseo. Es por eso que no está plasmado en ella, si no atrapado en el aire en su interior, como si del corazón de la propia estrella se tratara. Cada noche puedo observarla flotar en mi cuarto, llenandome de esperanza, sabiendo que vela mi sueño, consciente de que al despertar estará ahí, muda, pero sin necesidad de tener que pronunciar palabra alguna.

Para terminar, quiero agradecer a todos los que han participado el prestarse a esta especie de juego, haciendo de él con su presencia algo mágico. Muchísimas gracias a tod@s.


Alex.

viernes, 6 de marzo de 2009

Retomando el blog

Hace ya algún tiempo que no escribía nada. Esta noche siento que debo hacerlo, aunque no tengo muy claro lo que quiero escribir.

Quizás debiera dejarme embargar por la música y permitir que sea ésta la que se exprese. Esta noche me siento perdido, más de lo que yo mismo creía podía estar. Una amalgama de emociones me acosa sin cesar, y estoy buscando refugio en aquello que desencadena un caos mayor en mi interior.

Querría expresar alegría, o esperanza, pero no me siento capaz, no de momento. Y es ahora cuando la música se expresa mejor que uno mismo, cuando lo que otros ya cantaron en su día dice más de uno mismo de lo que cualquiera pudiera.



"Hola Oscuridad, mi vieja amiga,
he venido a hablar contigo otra vez.
Porque una visión arrastrándose suavemente
dejó su semillas mientras estaba durmiendo.
Y l avisión que fue plantada en mi cerebro
todavía permanece dentro de los sonidos del silencio...

...y en la luz desnuda ví
diez mil personas, quizás más,
gente hablando sin conversar,
gente oyendo sin escuchar,
gente escribiendo canciones que las voces jamás compartirán
y nadie osó molestar a los sonidos del silencio..."


Pero hasta el más profundo de los silencios se quiebra cuando una gota cae, cuando el más leve de los murmullos se produce, o cuando el más débil de los latidos golpea nuestro pecho.

Si hay algo que aún me sorprenda cuando escucho ciertas composiciones es el amplio abanico de recuerdos, emociones, sensaciones y sueños que una misma pieza puede ocasionar. En mi caso hay una a la que le tengo un especial apego, la sonata Claro de Luna de Beethoven, en su primer movimiento. Quizás por eso intento aprenderla (sin demasiado éxito), para poder interpretarla yo mismo y hacer que aquello que despierta en mi sea ocasionado por mi mismo y se cierre así un círculo. En mi caso comienza expresando un melancolía y una tristeza que van creciento pausadamente, hasta que llega un momento en que desbordan, y es en ese momento cuando el alma se tranquiliza, y poco a poco resurge de nuevo esa melancolía, esta vez más próxima y menos dolorosa.



Pero ¿cómo interpretar esa melancolía? ¿De dónde surge? No sé exactamente en qué se inspiraría él para componerla, pero sí que puedo imaginar en que situación me vendría a mi a la cabeza. Una noche despejada, de luna llena, en la que las estrellas ceden su posición de privilegio en la oscuridad. Su luz entra fuerte y clara por la ventana abierta, atrayendo mi atención. No puedo por menos que sentarme frente a la ventana y admirarla. Y ver en su perfil el rostro ausente, y suspirar por no poder notar a mi lado su presencia. Una pequeña nube se interpone ante su luz, y como si intentara apartar el pelo de su rostro, muevo la mano hacia ella.





Y sin embargo, hay otras canciones que dan un inusual calor a nuestro corazón, alimentando con cada nota nuestros sueños y esperanzas, haciendonos creer que aquello que anhelamos es posible, que lo que entre lágrimas aparece ante nuestros ojos puede ser lo que éste delante nuestra.

Cuando acabe de escribir estas líneas faltaran unas pocas horas para que la luna se muestre ante mi en todo su esplendor. En ese momento, abriré mi ventana, miraré hacia ella, cerraré los ojos y dejaré que la música revolotee por mi cabeza una vez más...