sábado, 21 de marzo de 2009

Y luego, la estrella explota, formando una nova...

Dicen que todo en este universo tiene un comienzo y un fin. Si bien el nacimiento de una estrella podría estar entre uno de los espectáculos más hermosos que el universo puede ofrecernos, tengo por seguro que su muerte lo es muchísimo más. Sobre todo cuando la muerte no significa de manera necesaria el fin...


Las estrellas, dependiendo de factores como su tamaño, densidad o composición, afrontan su fin de distintas maneras. Las estrellas están compuestas básicamente por hidrógeno, el cual sirve de combustible durante la mayor parte de la vida de una estrella. El hidrógeno se va convirtiendo progresivamente en He, el cual, dada su mayor densidad, se va acumulando en el núcleo de la estrella. Cuando la mayor parte del hidrógeno es consumido, la estrella comienza a colapsarse sobre su núcleo dado el aumento en la gravedad producido por la acumulación del helio, hasta que éste alcanza la temperatura suficiente como para que el helio sea ahora el nuevo combustible estelar. El helio a su vez se consume produciendo átomos más pesados, sobre todo carbono, que de nuevo se acumulan en el centro de la estrella.

Durante este proceso se crean también numerosos gases que se acumulan en la capa externa de la estrella. El sobrecalentamiento del núcleo cuando hay un cambio en el combustible del núcleo hace que los gases calientes tiendan a querer escapar de la gravedad de la estrella, aumentando el volumen total de la misma más de 100 veces y causando un cambio también en el color de la estrella a tonos más rojizos.

Cuando los elementos del núcleo son demasiado pesados, la gravedad del núcleo y su temperatura son tan grandes que los gases que conforman el caparazón de la estrella escapan a la misma prácticamente en incandescencia, creando una suerte de nebulosa con una pequeña y ultradensa estrella blanca en su centro. La belleza de este estadio de la estrella es tal que no hay palabras para describirla.

En esta etapa se forman los elementos más pesados en el núcleo estelar. La fusión de estos elementos no genera la misma cantidad de energía que los elementos predecesores lo cual, unido a la perdida de energía causada por la nube en constante expansión que antes fue la corteza externa, lo cual provoca un progresivo enfriamiento de la estrella, y, por consiguiente, el inicio de su final.


Cuando la temperatura es lo suficientemente baja, dos cosas pueden ocurrirle a la estrella: que muera definitivamente como una enana negra, o que su nucleo se colapse sobre sí mismo en una violenta explosión, lo que causará que la estrella emita durante un período de meses una intensa luz, a la par que mucho del material del núcleo sea expulsado del mismo. Esta explosión puede tener lugar repetidas veces, hasta que el núcleo de la estrella no tenga suficiente masa para colapsarse y muera o bien explote de manera definitiva.

Un caso especial de nova se produce cuando el tamaño de la estrella es especialmente grande, entre 10 y 100 veces el tamaño de nuestro Sol. En éste caso, cuando el carbono se transforma en hierro, dada la capacidad de éste para absorber mayores cantidades de energía, la estrella explota de una manera muchísimo más violenta que en el caso de una nova normal, sindo hasta 100 veces más luminosa que una nova. Una vez explosionada una supernova, peude comenzar a colapsarse en una pequeña bola de neutrones, llegando a formar una estrella de no más de unas decenas de kilometros de diámetro ultradensa en la que una porción de ella del tamaño de una taza de té pueda pesar cientos de toneladas terrestres.

Pero ¿por qué al comienzo de esta entrada dije que la muerte no implicaba el fín? Varias veces he explicado que la estrella arroja al Universo parte de sí misma como elementos más pesados que el helio o el hidrógeno. Durante la larguísima vida del Universo, estos materiales se reunen entorno a los restos de la estrella atrapados aún por la gravedad de ésta, o bien de alguna protoestrella cercana. Con el tiempo, esta materia en rotación alrededor de la estrella se unirá formando planetoides y más tarde quizás planetas, como el nuestro, e incluso, si el azar así lo decide, dando lugar incluso a la vida tal y como la conocemos. Así, la estrella realmente nunca muere, si no que se transforma en otros componentes del universo.


Y es por eso por lo que estoy plenamente convencido de una cosa: que cada uno, aunque sea en lo más profundo de su ser, lleva una estrella consigo.



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