
Y sin embargo muchas veces hemos de dejar partir a quien amamos, muy a pesar nuestra. No se trata de una actitud de cobardía, ni siquiera de debilidad. Es seguramente la más dolorosa de las decisiones que hemos de tomar, pues somos conscientes de que dejamos atrás una gran parte de nosotros mismos. Unas veces lo hacemos pensado que es lo mejor para esa persona por la que sentimos veneración; otras porque creemos, erróneamente la mayoría, que es lo que más nos conviene a nosotros mismos, y el resto porque los demás nos han influenciado para que simplemente pensemos que es lo mejor para todos.
Por mi parte, soy de la opinión de que, aunque lo deseemos, aunque lo necesitemos, aunque nos lo pidan o imploren, aunque sea la única alternativa racional, no debemos alejarnos en la medida de lo posible de aquella persona a la que amamos. Al menos no si realmente la amamos. Porque en el fondo sabemos que nuestra felicidad depende de la de esa persona, por lo que siempre procuraremos estar ahí, para poder compartir con ella en la medida de lo posible los buenos momentos, pero sobre todo para estar junto a ella en los malos y evitarla todo el dolor que podamos.

Gracias por estar ahí.
Alex
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