Hoy me apetecía escribir, y esto es lo que ha surgido. No pretendo que le guste a nadie. Me basta con haberlo podido escribir.Una lágrima empezaba a asomar en sus ojos. Allí estaba, tumbado sobre una manta a la intemperie, en medio de la nada, sin nadie que le molestara, sólo consigo mismo. Era una fría noche de invierno, aunque no tanto como cabría esperar para ser mediados de diciembre. Por suerte para él el cielo estaba completamente despejado de nubes, y aunque es luna llena, se encuentra lo suficientemente baja como para no molestarle mientras observa el cielo. Nadie en kilómetros en la redonda, ninguna luz artificial lo suficientemente importante como para ser un incordio. Una noche casi perfecta. Pero sólo casi…
El espectáculo comenzó pronto, tal y como estaba previsto: estaba intentando localizar una constelación cuando por el rabillo del ojo puedo apreciar la formación de la primera estrella fugaz de las muchas que vería esa noche. Giró la cabeza para observarla mejor. Tan sólo duro unos segundos, pero fueron suficientes para encandilarse de la bella que se mostraba ante él. El tiempo parecía estar dilatándose a cada instante. La pequeña roca cruzó gran parte del estrellado y claro cielo, dándole tiempo más que suficiente a dar rienda suelta a sus sueños y esperanzas. Poco antes de que la estrella desapareciera para siempre cerró los ojos y con voz muda pronunció un deseo. Sabía que no se cumpliría nunca, pero le daba igual.

Otra lágrima empezó a recorrer sus mejillas de una manera lenta y errática. Pudo sentir como ésta pasaba junto a la comisura de sus labios para bajar poco después a su barbilla y una vez allí precipitarse para perderse en el olvido. No hizo ademán de limpiarse. No le importaba llorar, ni que su rostro se mojara con sus lágrimas. Junto a la siguiente lágrima apareció una nueva estrella fugaz. Ambas tuvieron una vida igual de larga en sus respectivos trayectos.
Observó tras esa estrella fugaz el paisaje que ésta había atravesado. Empezó a soñar con ojos despiertos en acercarse rápidamente a aquellas estrellas que iluminaban su tristeza. Pronto pasó en su sueño junto a la nueva estrella que se formaba, arrancándole ésta una nueva lágrima y un nuevo deseo. Se detuvo un momento en su ascenso para ver aquella estrella alejarse de él a gran velocidad, perdiendo poco a poco intensidad hasta desaparecer por completo. Ojalá sus penas desaparecieran de una manera tan rápida y sencilla.
Siguió su camino hacia la cercanía de las estrellas. El espectáculo tomó otras tornas ahora. Se había alejado ya lo suficiente como para, mirando lo que dejaba tras de sí, observar la relativa oscuridad del lugar donde había permanecido recostado. La lluvia de estrellas continuaba, pero ahora el fondo del lienzo que veía estaba compuesto por valles y montañas en una penumbra apenas rota por la luz de la Luna. El paisaje se veía rasgado por las cada vez más frecuentes estrellas fugaces, que dejaban una extraña impresión en su retina.
Nuevas lágrimas aparecieron en sus ojos, pero ésta vez permanecieron allí, sin caer por su cada vez más fría tez. Pronto emborronaron su vista y no le quedó más remedio que limpiarse el fruto de su amargura. Recordó qué le había llevado tan lejos y volvió su vista hacia las estrellas que se encontraban a su alrededor. El Sol aún se encontraba tras la silueta de la Tierra, lo que le ofreció un espectáculo que jamás habría creído poder admirar. Un tenue resquicio de calor empezó a formarse en su interior.
Un nuevo espectáculo se abría ante sus ojos, ahora libres de la censura de la atmosfera. Un increíble espectáculo de luces y formas se había formado ante él sin que se hubiera dado cuenta hasta ese momento. Ya no eran simples puntos de luz titilante sobre su cabeza. Ahora un maravilloso espectáculo de color y armonía se le ofrecía como un presente no esperado. No necesitaba moverse de donde se encontraba para poder disfrutar sin medida. El calor en su interior aumentaba.

Tras superar unos instantes de obnubilación dirigió su atención hacia el cúmulo de estrellas que había intentado buscar justo antes de que comenzara aquel extraño viaje. No le costó mucho encontrarlo. La belleza de aquellas estrellas era ahora mucho mayor de la que había apreciado en otras ocasiones. La calidez recorría ya prácticamente todo su cuerpo. Centro su mirada en una de ellas, en aquella que le había tiempo atrás. Una nueva lágrima brotó. Esta vez no frotó sus ojos para limpiársela. Con mucha lentitud, acercó el dedo índice de su mano derecha a la lágrima y con una delicadeza extrema arrancó aquella lágrima de su cara sin que se rompiera. La observó fijamente. Pudo ver cómo la imagen de aquella estrella se transformaba a través de ella, haciendo que sus destellos luminosos estuvieran cargados de una inesperada y cálida magia. Se mantuvo en aquella posición, observando así el mundo, durante un tiempo que a él le pareció eterno. El calor en su interior era ya patente. Cerró los ojos y acercó la lágrima a sus labios. Expulsó el poco aire que le restaba en los pulmones de una manera suave pero constante, lo que provocó que aquella gota de su ser comenzara a desplazarse por el espacio en dirección a aquella estrella. Con aquél gesto, era él en realidad el que iniciaba el viaje.
Observó aquella lágrima alejarse hasta que se hizo tan pequeña que le fue imposible seguirla con la vista. Era hora de regresar. Su cuerpo empezó a acercarse al planeta de nuevo. Las estrellas fugaces continuaban dibujando líneas perfectas en el firmamento. Una nueva lágrima cayó de sus ojos, pero algo sucedió. La lágrima empezó a seguir la trayectoria de las estrellas fugaces, y el reflejo de las estrellas en ella la dotaron de un brillo especial y único que sólo él gracias a su posición privilegiada pudo percibir. El calor en su interior era bombeado por su corazón hasta el último rincón de todo su ser.

Decidió seguir a aquella lágrima en su descenso. Pero de nuevo algo estaba sucediendo. Aquel calor, aquella paz interior que ahora copaba su ser se estaba exteriorizando. Antes de que pudiera darse cuenta, él mismo se había transformado en una de aquellas maravillosas estrellas fugaces. Instantes después, se consumió y desapareció en el firmamento de la noche.
Despertó de aquel sueño en ese momento. Ya no sentía el frío mordisco del invierno. No más lágrimas recorrerían su rostro aquella noche. Ya no sentía pena. Sabía que aun de aquella manera, su sueño se cumpliría cuando aquella lágrima alcanzara su destino. Cerró los ojos y descansó, arropado por el fabuloso espectáculo que el Universo había creado aquella noche para él.
Alex
(Si alguien quiere dejar comentarios, que lo haga, pero que no sea muy malo ^^)